viernes, 30 de marzo de 2012

Ejercicios de contrapunto a dos voces

En el siguiente vídeo pueden escucharse ejercicios de contrapunto realizados por mí. Las cinco especies del contrapunto tratadas con cuatro cantus firmi, y variando la posición de éstos en cada ejercicio: unas veces en la voz superior y otras en la voz inferior.

domingo, 4 de marzo de 2012

La huella del sonido

Una composición que he hecho.

viernes, 2 de marzo de 2012

Por qué el capitalismo es un fracaso a nivel mundial

Implantar el capitalismo en todo el planeta es un fracaso y sólo conduce a la explotación de seres humanos por otros seres humanos, a la explotación de países por otros países, y a corto, medio y largo plazos sólo puede conducir a la miseria de la mayoría. El capitalismo promete libertad, igualdad, bienestar… quimeras y una forma taimada de enmascarar la explotación. Es imposible que el capitalismo funcione a nivel mundial por una simple cuestión matemática: es imposible que todos los países —para ser "felices" y "libres"— exporten más de lo que importan; lo que exportan unos países tiene que ser importado por otros, en otras palabras: tiene que haber países explotadores y países explotados —o enmascarando los términos: países exportadores y países importadores— para que funcione el chiringuito.

La cuestión china

Muchos pseudo-patriotas de salón y cartón españoles se quejan de la hegemonía económica china, de que nos han invadido con sus tiendas de "todo a un euro", de que tienen privilegios económicos en España, que no "pagan impuestos" y otras falacias similares. No seamos ahora hipócritas. Es cierto que las tiendas chinas instaladas en España tienen —o tuvieron— "ciertos privilegios fiscales", la causa es un convenio que firmaron ambos países (Convenio entre el Gobierno de España y el Gobierno de la República Popular China para evitar la doble imposición y prevenir la evasión fiscal en materia de Impuestos sobre la Renta y el Patrimonio. El convenio data del 22 de Noviembre de 1990 y fue publicado en el BOE de 25 de Junio de 1992). Este fue el comienzo de una bonita amistad entre ambos países, una relación económica y comercial que comenzó en la etapa de gobierno de Felipe González, y que ha continuado in crescendo desde entonces con cada uno de los gobiernos españoles que le han sucedido: José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y por supuesto Mariano Rajoy. Una de las etapas donde más se instalaron empresas y comercios de este tipo en territorio español fue la de José María Aznar, precisamente. Lo que nadie cuenta es que las ventajas que tuvieron o tienen —desconozco si ha vencido el plazo o no— también las tuvieron empresas españolas y europeas, las cuales no tuvieron ningún problema en cerrar sus puertas y destruir miles y miles de puestos de trabajo en España y en Europa para marcharse a China porque la mano de obra era más barata y tenían las ventajas que ofrecían el Convenio anteriormente mencionado. Actualmente el "sindicato de empresarios" (la CEOE) pretende instalar en España las condiciones laborales existentes en China (mano de obra barata, intensificación y prolongación de la jornada laboral, pocos derechos laborales, etc.), y de ahí ha surgido la devastadora reforma laboral llevada a cabo por el gobierno de Mariano Rajoy. Así que nadie se queje ahora de China, y menos aún los pseudo-patriotas de salón. El capitalismo ha creado un monstruo y no sabe cómo detenerlo.

jueves, 1 de marzo de 2012

Y finalizamos esta interesante, divulgativa y amena introducción a la economía con la tercera entrega. Todo el material está sacado del blog Pijus Economicus de Alberto Garzón Espinosa.

Introducción a la economía (III): productividad, beneficios y salarios

Como ya avanzamos, la productividad es la relación que existe entre el output (producción) y un determinado input (capital o trabajo), de tal forma que a mayor productividad mayor cantidad de producción por unidad de capital o trabajo. Eso quiere decir que si medimos el trabajo por la cantidad de trabajadores y suponemos que por ejemplo hay 10 trabajadores que producen 100 toneladas de trigo, entonces la productividad es de 10 toneladas por trabajador. La definición analítica de la productividad del trabajo (x) y del capital (p) son las siguientes:
La cuestión ahora es: ¿qué ocurre cuando cambia la productividad? ¿A quién beneficia? Sabemos hasta el momento que la productividad permite producir más unidad de producción por cada trabajador u hora de trabajo, lo que tras un incremento de productividad nos permitiría elegir entre dos opciones: a) producir lo mismo y trabajar menos tiempo o b) trabajar el mismo tiempo y producir más. La respuesta que se da a este dilema depende, no obstante, del sistema económico en el que se vive y de los valores que dominan en una determinada sociedad.
Cuenta J. M. Naredo en su libro “La economía en evolución” que en las sociedades anteriores al capitalismo era común ver cómo los incrementos de productividad (debidos por ejemplo a un avance tecnológico tal como un nuevo molino) se reflejaban en mayor tiempo de ocio. Como ya dijimos algunas sociedades limitaban sus necesidades y por lo tanto su producción estaba, por decirlo así, limitada exógenamente. Cualquier incremento de productividad era compensado con una disminución del tiempo de trabajo.
Pero ya hemos visto que el capitalismo funciona de otra forma, pues su esencia competitiva presiona a los capitalistas a aprovechar los incrementos de productividad como ventaja sobre sus rivales. Esto quiere decir que los incrementos de productividad se entienden como la posibilidad de tener más excedente que reinvertir. La reinversión a su vez conlleva nuevos incrementos de productividad y éstos vuelven a usarse en un nuevo ciclo de reinversión, en una espiral sin fin. Por esa razón el capitalismo es un sistema que crece incesantemente y que desarrolla de una forma tan extraordinaria las capacidades técnicas y productivas de la sociedad.
Esto apuntado es especialmente importante y tiene fuertes implicaciones. En la medida que el capitalismo es competitivo el sistema crecerá siempre de forma autónoma, pues empujará a los capitalistas a reinvertir incesantemente y a aprovechar las ganancias de productividad para introducirlas de nuevo en el ciclo productivo. Y si un capitalista sometido a la competencia no sigue las reglas del juego, quedará fuera. Es decir, el sistema es autónomo de los valores morales y de las individualidades. Eso explica en el ámbito teórico por qué las teorías de “responsabilidad social de la empresa” y similares no son consistentes con el mundo real, y para su éxito requieren la anulación parcial o total de la competencia capitalista. De la misma forma, las teorías del decrecimiento han de ser necesariamente anticapitalistas porque en última instancia proponen emplear los incrementos de productividad en beneficios sociales (más ocio) y eso es inconsistente con el sistema capitalista y su modo de reproducción. Más adelante dedicaremos una anotación completa a este debate.
En cualquier caso al considerar la productividad en términos actuales surgen algunos interrogantes de interés. Cuando hablamos de X unidades de trigo o hierro por trabajador no parece haber duda, pero cuando hablamos de la producción de una empresa que produce varios productos distintos comienzan los problemas. Dado que no puede decirse que la productividad de un trabajador es de 5 toneladas de hierro, 3 toneladas de trigo, 2 toneladas de azúcar y… etc. lo que se hace es utilizar el valor monetario de la producción. Se multiplica la cantidad de producto por su precio. Se dice entonces que la productividad de un trabajador es de X unidades monetarias, por lo que arrastramos todos los problemas que implica trabajar con precios. Uno de ellos es que el precio indica un valor de cambio pero no necesariamente el valor social que se quisiera considerar, de modo que las llamadas a incrementar la productividad aunque son intuitivas en un mundo no-capitalista no tienen por qué serlo en un mundo capitalista. Por otra parte, un empleado de una empresa registrada en un paraíso fiscal puede ser miles de veces más productivo que un empleado en una empresa corriente, simplemente como efecto de que la producción se mide en unidades monetarias y se registra en espacios geográficos distintos al que se produce. Así pues, aunque es un concepto muy útil, hay que tener mucho cuidado al referirse a la productividad en términos prácticos.
Entonces volvamos a nuestro mundo y hablemos de productividad. ¿Qué ocurre con los salarios y beneficios cuando aumenta la productividad? ¿Qué ocurre con el crecimiento? ¿De qué depende que los salarios se muevan en una u otra dirección, al alza o a la baja? Para responder a estas preguntas primero tenemos que aclarar cuál es la relación que existe entre los beneficios y los salarios.

El trade-off entre beneficios y salarios.
En las anotaciones anteriores hemos visto que los beneficios son el punto básico del capitalismo, pues son la fuente del crecimiento económico. Sin beneficios no hay reinversión y por lo tanto no hay mejoras técnicas ni incrementos de productividad derivados de ellas. También hemos visto qué es la tasa de ganancia, el motor del capitalismo, que se define como la cantidad de beneficio que se obtiene por inversión de capital. Su fórmula, lo recordamos, es la siguiente:
Cuanto mayor sea la tasa de ganancia mayor será la capacidad para reinvertir la producción (lo que no quiere decir que finalmente se haga de forma efectiva). De modo que, en principio, cuanto más queramos crecer más alta tendrá que ser la tasa de ganancia.
De la última expresión analítica podemos obtener el valor de los beneficios brutos, ya que Z = vK. Es decir, los beneficios que se obtendrán dependen del nivel de la tasa de ganancia y de la inversión. Si la tasa de ganancia es alta y la inversión también, entonces los beneficios serán muy altos.
También sabemos, de la anotación anterior, que la producción puede dividirse en dos partes, el salario y el beneficio bruto (siendo éste a su vez la suma del beneficio neto y la depreciación). Eso significa que el beneficio está limitado por el nivel de los salarios, ya que tienen que repartirse la misma tarta. De modo que cuanta más alta sea la parte salarial más baja será la parte empresarial y menos se podrá reinvertir.
Si despejamos en función de W (salarios) y dividimos por trabajador lo que tenemos es:
Si tenemos presente que w es salario por trabajador y x productividad por trabajador, y que podemos sustituir Z por vK, entonces…
Esta relación, que ahora repetimos, es fundamental. Nos está confirmando analíticamente que el salario es lo que queda cuando a la producción se le resta el beneficio, pero todo en términos de unidades por trabajador. Y esta relación nos permite dibujar nuestra primera gráfica, con la que empezaremos a comprender las relaciones económicas fundamentales.

Dibujando el trade-off entre salarios y beneficios.
Ya explicamos que una técnica de producción es una determinada combinación de capital, K, y trabajo, N, con sus respectivas productividades dadas (x y p). Esto último hay que tenerlo muy en cuenta, pues no hablamos de una combinación exclusivamente cuantitativa de tantas unidades de capital por tantas unidades de trabajo. Lo demostramos. Si sabemos que la productividad del trabajo, x, es el cociente entre la producción, X, y el número de trabajadores, N, podemos extraer:
Y si hacemos lo propio con la productividad del capital podemos deducir qué es a lo que nos estamos refiriendo cuando hablamos de una determinada combinación de capital y trabajo:
Lo que estamos diciendo es que cuando el coeficiente capital-trabajo, k, se mueve puede ser debido a la variación de la cantidad de capital (K), a la variación de la cantidad de trabajo (N) o alternativamente a la variación de cualquiera de sus productividades (p, x).
Vamos a suponer que en nuestra economía sólo hay una forma de combinar capital y trabajo, es decir, la relación capital-trabajo sólo puede tomar un valor. Lo vamos a dejar en abstracto: la única combinación posible de capital y trabajo es, sencillamente, K/N. Este es el gráfico resultante.
Lo que el gráfico nos está diciendo es que, como advertíamos, hay un trade-off entre salarios (w; eje ordenadas) y beneficios (medidos a través de la tasa de ganancia, v; eje de abcisas) para cada técnica de producción. Como aquí sólo disponemos de una técnica de producción lo que tenemos es una única línea que representa cuánto es la productividad del trabajo y cuánto la productividad del capital para esa combinación de capital y trabajo. Puede parecer complicado, pero vamos a ir entendiéndolo poco a poco.
Imaginemos que por cualquier motivo los salarios se fijan arbitrariamente (por ejemplo que el Estado declara que todos los salarios tienen que ser de un determinado nivel) y que ese nivel es el de w’. Entonces si los salarios están en w’ (eje ordenadas), habrá una tasa de ganancia establecida en v’ (eje abcisas). Eso quiere decir que si los salarios están dados los beneficios también, porque estos últimos son la diferencia entre la producción y los salarios. Y viceversa.
Si el nivel de salarios fuera más alto (por ejemplo w’’, línea azul), la tasa de ganancia caería a v’’, como se puede ver en el siguiente gráfico. Esa es la esencia del trade-off entre salarios y beneficios: que no puedes subir uno sin bajar el otro.

La maximización de la ganancia: elección de técnicas de producción
Es evidente que en una economía hay diferentes técnicas de producción disponibles, y no sólo una como en nuestro ejemplo. Es decir, hay diferentes combinaciones de capital-trabajo con sus respectivas productividades dadas. ¿Cuál escoge un capitalista?
Ya lo avanzamos en anteriores anotaciones: el capitalista siempre escogerá la técnica que maximice su ganancia dado cualquier nivel de salario. Para entenderlo vamos a ver un ejemplo, aprovechando que ya sabemos estudiarlo gráficamente.
Supongamos que hay dos técnicas de producción diferentes, una la original (técnica B) y otra con mayor productividad de trabajo pero menor productividad de capital (técnica A). En realidad el capitalista escogerá la técnica A cuando el salario sea superior a w, ya que le reportará más tasa de ganancia que si escoge la técnica B. Pero escogerá la técnica B si el salario es inferior a w, ya que le reportará más tasa de ganancia que la técnica A.
Aunque trataremos el caso del cambio técnico en otro momento, lo que nos interesa ahora es comprobar cómo el gráfico anterior se ajusta al ejemplo que dimos el otro día sobre el supermercado.
Recordemos que hablábamos del dilema de un capitalista propietario de un supermercado, que tenía la opción de bien mecanizar las cajas (disminuyendo el número de trabajadores y aumentando el capital) o bien mantener a los trabajadores de caja.
Imaginemos que la situación de origen es la técnica B del gráfico anterior, con un determinado coeficiente capital-trabajo. La situación alternativa es la técnica A, donde ha aumentado la productividad del trabajo (menos trabajadores para la misma producción) y ha disminuido la productividad del capital (más capital para la misma producción). Dado que la pendiente es –k (donde k es K/N o alternativamente x/p), un incremento de K y una disminución de N (una mecanización) lleva a una pendiente más alta para la nueva técnica de producción que combina una mayor productividad del trabajo, de ahí la representación gráfica.
Pues bien, a un salario inferior a w para los trabajadores de caja lo que tenemos es que el empresario usará la técnica B (mantenerlos en plantilla). Eso es así porque con un salario inferior a w el valor de la tasa de ganancia, v, será mayor con la técnica B que con la técnica A (lo comprobamos en el eje de abscisas). De esa forma al empresario no le sale rentable mecanizar su supermercado, porque los trabajadores son suficientemente baratos. En cambio, si el salario crece por encima de w al empresario le interesará mecanizar su producción por la misma razón: con esos salarios mecanizar conlleva un incremento de la tasa de ganancia, v.
En economía, a la línea o curva que representa las mejores elecciones de técnicas de producción por parte de los capitalistas se le llama frontera de eficiencia. Ya hemos comentado que volveremos con más detalle al mundo del cambio técnico, pero de momento podemos ver en el siguiente gráfico que la frontera de eficiencia es la línea roja. Precisamente porque maximiza la ganancia dado cualquier nivel de salario.
Ya estamos listos para averiguar qué pasa con la productividad y qué relación existe entre ella y los salarios y los beneficios.

Incrementos de productividad
Vamos a suponer que se incrementa la productividad del trabajo. La productividad puede aumentarse por muchas razones, y no hay una tabla de medidas concretas que siempre incrementen la productividad. En cualquier caso vamos a suponer que lo que hacemos es aumentar la productividad del trabajo debido a que los trabajadores tienen más conocimientos y pueden hacer más cosas en el mismo tiempo. Hablamos por lo tanto de un incremento de productividad del trabajo que no modifica la productividad del capital, lo que en economía se llama cambio técnico de tipo labor-saving. Si asumimos que en la economía en su conjunto sólo ocurren estos casos de cambio técnico se dice que tenemos un cambio de tipo Harrod-Neutral.
Esto que hemos supuesto quiere decir que hay una técnica nueva a disposición de la economía, es decir, una distinta combinación de capital y trabajo (porque varían las relaciones de productividad al aumentar la del trabajo). ¿Cómo alteraría entonces nuestro gráfico?
Como vemos la productividad del capital, p, no ha cambiado, pero sí lo ha hecho la productividad del trabajo, x, que ha pasado a ser x’. Como x’ es mayor que x, entonces la pendiente de –k es más empinada (dado que k=x/p). Si mantenemos el salario igual, en w’ entonces lo que ha producido el incremento de productividad es un incremento de v’ hasta v’’.
Esto significa que cuando hay un incremento de productividad y si los salarios se mantienen igual entonces los beneficios crecen; y si los beneficios se mantienen igual entonces los salarios son los que crecen. Hemos llegado a la relación fundamental entre la productividad, los salarios y los beneficios.
Piénsese entonces que mientras existan incrementos de productividad en una economía pueden existir incrementos conjuntos de salarios y beneficios, amortiguándose de esa forma el conflicto capital-trabajo. Esa fue la tónica dominante desde después de la II Guerra Mundial hasta los años setenta, cuando el capitalismo entró en crisis. Los capitalistas estaban contentos porque sus beneficios aumentaban a cada período, y los trabajadores también al ver cómo sus salarios aumentaban igualmente. Se decía que había un pacto capital-trabajo. Los capitalistas lógicamente querían quedarse con todo el incremento de productividad, pero la fortaleza de los sindicatos y una regla no escrita de negociación salarial impedían que fuera de esa forma.
En la próxima anotación estudiaremos cómo los incrementos de productividad pueden utilizarse, o no, en potenciar el crecimiento económico. Veremos que no sólo vale con que haya suficiente beneficio en las economías sino que además luego los capitalistas tienen que decidir si lo invierten o si lo consumen improductivamente.

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