Recientemente he leído una interesante
reflexión escrita por el compañero Juan María Gómez (Juanma a partir de ahora) en su blog sobre la música popular. Bajo mi punto de
vista, entrando de lleno en el debate y en la reflexión, la función
—o funciones— realizada por la música popular de la que habla
Juanma, en la actualidad esa función la hacen fundamentalmente la
música pop y la música rock —las cuales son también populares—.
Es difícil imaginar actualmente música popular del tipo danzas con
vestidos regionales característicos, al menos en occidente, o bien
todavía puede existir en algunos pueblos, sin embargo en muchos
casos se trata más bien de un espectáculo de muestra a un público
que de una música encuadrada dentro de una función y de un contexto
originales. Como muchos asuntos en la vida, esto puede tener aspectos
positivos y negativos. Podemos escuchar y conocer un variado
repertorio musical gracias a este fenómeno consistente en despojar a
la música de su función original o principal y mostrarla como mero
espectáculo/entretenimiento. Además sucede en muchas ocasiones que
estos espectáculos van acompañados de datos históricos, musicales
incluso, que pueden darnos una información más completa. Si lo
pensamos bien, este proceso también ocurre en la denominada música
culta (podemos discutir si existe una “música culta” y una
“música inculta”).
Hasta el momento he señalado algunos
aspectos positivos, ahora es el turno de los negativos. Para mí, una
de las causas —no la única desde luego— de la situación en la
que se encuentran una parte de la música popular se debe al llamado
proceso de globalización, que no solamente se ha manifestado
en la economía. La denominada globalización ha supuesto el
predominio, la hegemonía y la imposición —por qué no decirlo
claramente— de los valores occidentales al resto del mundo; valores
estéticos musicales para mayor precisión en este caso concreto. Los
valores estéticos musicales de la globalización son la música pop
y la música rock, las cuales son también músicas populares al
servicio de una ideología determinada, y las cuales cumplen su
función, de la misma forma que otras músicas realizaban sus
funciones en épocas pasadas. En toda estética subyace una
ideología, sea la que sea. Personalmente no creo en el arte aséptico
y neutral.